Las autocaravanas llegan al Camino
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El Camino de Santiago es una de las aventuras más excepcionales que un viajero pueda emprender. No conozco a ningún peregrino o peregrina que no regrese a casa sin la sensación de ser alguien nuevo (aunque luego esos sentimientos duren poco). Y es que la espiritualidad que envuelve a las rutas jacobeas las hace diferentes a cualquier otro itinerario senderista. La experiencia de caminar por ellas va mucho más allá de la de hacer kilómetros por un sendero GR. Por desgracia, ese puntito místico, esa necesidad de muchos peregrinos de encontrar su karma particular en el Camino, está generando unos tremendos problemas medioambientales.
Existe un espécimen de peregrino —más numeroso de lo que usted puede imaginar— que se ve impelido a hacer todo tipo de tonterías que ha visto antes o que imagina que dan resultado en aras de un buenrollismo pseudohistórico o pseudoespiritual sacados de libros de autoayuda. Por ejemplo: poner montoncitos de piedras en lugares “mágicos”, cual druidas galos en busca de la pócima secreta (no, por más que lo lea en las guías, los peregrinos antiguos no cargaban una piedra desde su casa para dejarla cientos de kilómetros más allá, bastante tenían con seguir vivos al final de la jornada). Resultado: el destrozo paisajístico y medioambiental de enclaves emblemáticos como la Cruz do Ferro, en los Montes de León, donde no queda un canto en kilómetros a la redonda. Peor aún: en vez de piedras, muchos dejan un objeto personal, convirtiendo estos lugares en un verdadero basurero de todos los colores, procedencias y materiales. La moda viene de largo (la he visto en el Camino Francés desde hace décadas), pero en los últimos años se ha magnificado. Señal inequívoca de que cada vez somos más tontos.
Otra tontuna que está generando severos problemas es la de quemar ropas y zapatos cuando llegas al cabo de Fisterra, la prolongación del Camino desde la catedral compostelana. Algo que supuestamente hacían peregrinos medievales para alcanzar el fin del mundo conocido en aquella época, como símbolo de renovación y de ruptura con todo pasado. Dejando al margen que es más que dudoso que en el medievo, con lo peligroso y extenuantes que eran los caminos, los viajeros se expusieran a hacer kilómetros de más por una razón tan moderna y tan de novela de Paulo Coelho, lo que sí es seguro es que ninguno quemaba unos zapatos que en esa época eran un artículo de lujo y que necesitaban para volver.
FUENTE: EL PAIS
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Radio Camino de Santiago 5 noviembre, 2022
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